Ese latido cálido,
el velo del que hablamos
y nos cubre;
el refugio sin tiempo,
el no dolor
del agua natural de tus pulmones
serían imposibles
si no fuera porque;
cuando te alcanzo,
sólo por un momento ,
o tú me alcanzas,
vuelve a tenderse el hilo
silencioso
que desteje a diario nuestra herida.
Así la almendra sola,
el manto mismo
de la caricia-sed
se ofrece porque sí,
como de paso,
sin otra deuda que
seguir despiertos