Tierra Iubi. Mar de Iubira…

La mar de ideas. Cuentos y poemas del Delta, la Duna y el Páramo


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Narcisos

Febrero, desde hace años, está asociado en mi memoria a los narcisos.
Cuando vivía en Salamanca, cruzaba todos los días la plaza mayor para ir a la Facultad. A las nueve, en invierno, en la plaza hacía un frío de muerte. Había camiones de reparto y algún tuno que otro de recogida, con el traje lleno de mugre. A las once, si hacía sol , salían los abueletes, algunos con sus capas charras, a orearse y tomarse el vinito o el café. A veces parecía que surgían de repente, como las setas.
Esa es una de las mil razones por las que adoro esa plaza, que no es menos provinciana que otras, a pesar de lo imponente de su aspecto.
La piedra de Villamayor es un regalo para los ojos porque transforma el espacio de hora en hora y de estación en estación, con la luz. Si el día está nublado, las formas se muestran hoscas, duras, cerradas al relente. Si hay niebla, los encajes delicados aparecen y desaparecen, como jugando al escondite. Si luce el sol, la piedra se esponja: De mañana, tiene color de pan prieto, a mediodía de barquillo, con la tarde de brasas y; ya de noche,  posa bajo los focos que se empeñan en atraer al turismo de postal.
Además de horas, la plaza también tiene días y estaciones. Es muy curioso ver cómo cambia de aspecto y cómo se mudan también quienes la pueblan, con la llegada del buen tiempo. Como por ensalmo, las cigüeñas negras se dejan ver y crotoran desvergonzadas. Los estudiantes extranjeros -especialmente los nórdicos- toman por asalto las cafeterías al menor indicio de sol, para adquirir cuanto antes ese aspecto cangrejil que tanto parece gustarles allá en sus lejanas tierras. Más tarde, sus compañeros españoles -que no suelen tener tanta pasta para cafés de terraza- invaden el suelo. Aparecen los niños, hasta hace unos días tan embutiditos en sus buzos que no se sabía si dentro de dichas prendas había gente o no….
A pesar de lo que podría pensarse a primera vista, todo esto no sucede de un día para otro. Tiene un preludio, una señal que he esperado cada año desde hace ya mil:¡Los narcisos! En Febrero, siempre hay un par de semanas en las que el sol se decide a asomar algo más de muslamen o de escote, como una señora inquieta porque tal vez ésta sea la última ocasión en que taparse o destaparse sea un acto de voluntad y no una obligación impuesta por los años.
En esos días de sol descocado, aparecían los narcisos. Los vendían por todas partes: en puestecillos callejeros, en algunas fruterías, en el mercado… Eran el primer anuncio: cada ramillete jugoso era un trozo de sol que llevarse a casa.
Todos los años, allá por Febrero, cuando la helada y el frío me hacían más cuesta arriba cruzar la plaza mayor hacia los cedros de Anaya, me decía bajito: «¡ya queda menos para los narcisos!» y atisbaba entre los sacos de garbanzos y las obleas de las tiendas de barrio por ver si habían venido.
Cuando llegaban; siempre a las once, buscaba una moneda en el fondo de la mochila, me compraba un ramico y lo lucía orgullosa hasta casa. Al llegar, deshacía la goma o la cuerda que lo apretaba, lavaba con cuidado los tallos, refrescaba las flores y las ponía en un vaso de cristal encima de mi mesa. No andaban mis bolsillos como para jarrones. Después, me quedaba un ratito ahí viendo la luz de la ventana en el amarillo y el verde; respiraba hondo y me decía: ¡qué bien! ¡Han llegado los narcisos! Pasó el frío.

No sé si lo que cuento tiene algún sentido para alguien. Tanto hablar y hablar para acabar contando que me gustan las flores, que echo de menos la luz y que guardo entre mis tesoros algunos ritos-talismán para terminar de una vez con el invierno. ¡Al cuerno con el hielo! ¡Que vengan los narcisos! Que así sea.


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Myatúkjolín

Y la pobre huerfanita descubrió con horror que lo que su vecina tenía entre las manos era…. ¡Un libro!.
¿Lees , Remirror del Cosmos , lees? preguntole estupefacta.
Sí, Myatukjolín, leo y releo. Lo he intentado todo, pero es como si mis tataracordios se levantasen de sus orzas, cada vez que pruebo a poner la tele. Del móvil, mejor ni hablamos.

Remirror, ¿Tú te das cuenta de lo que esto supone?
Pues ¡no he de darmela Myatú! ¿No ves que en esto de leer, estriba la consciencia? Pues nada, estaba yo un día intentando hablar de nada con la Merrykrismas del Carmen y voy, y empiezo a definirle el Logos, como una cachoperra.

¿Y cómo se quedó la Merrykrismas?
¿Cómo se ha de quedar? Estulta como es, le sobrevino una epifanía, pero yo, por más que quise, no pude detenérsela

Será cosa de ir arrancándoles las páginas a los libros, Remirror, poco a poco.
Cada día arrancas una, y a lo que te des cuenta,¡ las puras pastas! ¡Y además te harán juego con los sofases del salón…
Quiá, Myatú, ya lo he probado. Pero nada. Es sobarle el canto al Corominas y me entran unos ardores, unas albricias, unos dimediretes por todo mi ser, que estoy que no vivo.
Remirror, ¡tú estás cultivándote! Te se nota en la mirada.
Que no Myatú, que puedo dejar de leer cuando quiera. Mira ¿ves? Ahora leo, ahora no, ahora leo, ahora no
Y yo que pensaba que eramos estomagantas del universo, y vas tú y te pones a cultivarte. ¿Qué sera lo siguiente, Remi, decirme que nos vayamos al Reina Sofía?

El reina Sofía no, que dicen que está Dalí dentro. Mejor nos vamos al Prado
¡Eso, y nos compramos zapatos!
Con O, de omaigod!
No será verdad lo que me has dicho
Lo es, Myatú, lo es. Es que entre ver cuadros de Pablo Sarabia Herrero, Escuchar las músicas que no se escuchan y las composiciones deEnrique Blanco Rodríguez, y recitar los poemas de doña Iubira Once Del Delta, me estoy volviendo culta perdida
No somos nadie, Remi
Pero al menos, lo habremos contado, Myatúkjolín


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Dear Mary Poppins

Dear Mary  Poppins,

I’m a suffering Mother who needs you, once again.
I know your life isn’t  become easy, nowadays. Your umbrella parrot cant’ fly as properly as  ever did, and loads of children around the world,  prefer groups of bizarre teen wizards, stumping robots, vampires and wherevolves instead of you.

Shame on Parents! They doesen’t even remember how nice your smile look like, or how sweet was for them to share their lives with you, old fellow Peter Pan, or little Alice. (By  the way, as you might know, sweet Alice became recently a quite of a shrink exercice by poor Mr Tim Burton, oh gosh!)

Now, you  all are sad and alone, no one wants a flying nurse. Not to mention a never grownup, selfish boy.  Today  is a matter of fact that Nurses fly by themselves  away  from home  and children become adults near 40!.

Oh Mrs Poppins! Everybody seems to be really akward.  The worst is that Weather is becoming really mad too. Please, please, please, dear Mary !. Everything is upside -down here at Earth .
I miss  you, dear Mrs. Poppins. I ‘m positively sure that you are alive, healthy and ready to work again and again!.

The International  Association of  Parents Damaged by Clima Changes (IAPDCC) loves you. We want you back .  Come  into our homes, take care of our children and pets, give us a walk on the roofs and please,  fix this silly barometric strike!!!.  Dear Mrs Poppins,  No more (fkngham) pressure changes. It’s a matter of wet or alive.
Warm Regards ,

Iubira Once del Delta,


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Chocolate o la p’tite Mort

Era de chocolate. Labios, piernas, pestañas, ojos, lengua… De chocolate puro, chocolate setenta por ciento de cacao, chocolate cayena en las caderas, que picaban cuando se mordían. El pelo era del color del azuki, morado, y sabía a eso, a flan de azuki, pensaba él mientras se la iba zampando de a poquito, como si tuviera miedo de que se le fuera a acabar demasiado rápido.

«¿Me dejo los pies para mañana?»; pensó… «¿Se los como, no se los como?» ¡Dios mío, pies de chocolate!»  Y cayó en la tentación. Y tuvo una epifanía. ¡Qué digo, epifanía! Una revelación, un Aleluya de Händel, unas variaciones Goldberg y un aullido que llegaba desde sus intestinos al Himalaya, pasando por Cuba.

«¡Qué pena que estas cosas duren tan poco!».  En fin: «¡hasta la próxima!»,  le dijo con los ojos todavía semicerrados.   Y;  con un último suspiro de satisfacción, tiró a la papelera el envoltorio de la mona de Pascua con forma de Miss Kittykat del cosmos, que le había regalado, como todos los años, la tía Pepa.


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En modo Gruyère

Desde que leí la última noticia sobre los agujeros negros, no hago más que pensarlo. Llevamos demasiado tiempo concentrados en ahondar en nuestros respectivos sumideros de energía, metidos hasta el cuello en la poza, empeñados en vivir lo que nos quede embreados, apegotados, chiclosos, tristes. Ayer mismo me decía David Magriñá, que el problema de muchos está en saber si fuera de la negrura, habrá espacio o no. Yo no lo sé, me digo. Solo la fé en que hay algo más que esta psicosis colectiva, me anima a mirar más allá. A mi alrededor, mis semejantes parecen obsesionados por demostrarse, los unos a los otros, que no existe un agujero negro, sino cientos, tal vez miles. Una imparable plaga de agujeros, cuya única meta es horadarnos la enjundia para hacernos vivir por siempre en la estrechez sin sentido que queda entre una rotura y otra, aplastados y oliendo a rancio. En modo Emmental .

Me niego a conformarme con la miseria fermentada. Ahí fuera, tiene que haber algo más que tinieblas. Queso sin agujeros o con burbujas  redondas y cremosas, de medio a un centímetro, pero sin   resquebrajaduras. En modo Gruyère. Que parece lo mismito que su primo, pero ni de lejos. Quiero la densidad, la anchura y la largura de mi tiempo. Quiero las curvas del espacio. Hasta las rectas querría, en caso de encontrarlas.

En modo Gruyère. Otros universos son posibles.  Los quiero. Ya


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Todo cuerpo…

Cuando el ángel llegó; me pilló, como siempre, entre dos lugares. No le importó demasiado -a los ángeles les basta una ventana o un antojo en la piel para ubicarse-

-¿Dónde estás? me preguntó sin prisas, en un alarde socrático que en el fondo, me removió un poco.

-Todavía no lo sé, le respondí, como hago cuando descubro que mi única certeza es el ahora.

En ese momento, el ángel extendió una mano. Súbitamente el tiempo se hizo burbuja. El dolor dejó de existir. Me sentí mecer, como cuando estamos dormidos y parece que vamos a caernos; sólo que esta vez no hubo caída, sino una especie de balanceo similar a la sensación de dejarse ir en una piscina.

Estoy convencida de que a Arquímedes lo visitó un espíritu desesperado por la incapacidad humana de ponerle palabras a algunos hechos. Debió ser una noche como ésta: el ángel armónico, con una pierna todavía en el alféizar, le tocaría los labios, y el griego, iluminado, soltaría su frase llena de enjundia, capaz de colmar la avaricia de un rey, sin saber que; un día, una mujer vilano desearía flotar más que nada en el mundo y seguir siendo una ignorante en cuestión de Física.


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El Sahel. Señores, ya nos vale.

Señores, ya nos vale. Otra vez el Sahel, otra vez África, otra vez el mundo clamando por una solución que es factible, previsible, sencilla y que no se adopta por puro buitrerío. El Sahel grita, África grita. Y  Haití. Y Lorca.Y Filipinas. Y  Pakistán y….
El mundo entero está lleno de dolor.
En el colegio público de mi pueblo hay unos cuantos niños, unos 8 de los 17 que vienen en transporte , que pueden comer decentemente gracias a que tienen beca de comedor. ¿Qué va a pasar con ellos ahora que acaba el cole? Ni lo sabemos.
   España, con 1.700.000 familias en las que ninguno de sus miembros trabaja, ya está alcanzando cifras alarmantes en pobreza infantil.  No obstante, a pesar de todo esto, estamos en  España. El primer mundo, soberbio y desafiante.
Cáritas, está cubriendo muchas lagunas del llamado estado del bienestar, mientras en las casas seguimos tirando la comida, la ropa, el calzado, el agua y la energía, “como si tuvieramos una vida de repuesto” que diría  D. Hammet. Por su parte las familias y dentro de ellas,  los abuelos a los que antes mandábamos a los asilos  o aparcábamos en hospitales o en gasolineras para irnos al Caribe,  ahora constituyen  «el tejido social de toda la vida», todavía resistente a la histeria de nuevos ricos que nos asaltó en las pasadas décadas. Y se nota.
Ahora los españoles volvemos a recordar -algunos- que somos de pueblo. Y tan bien que nos viene.
Dentro y fuera de España, organizaciones de todos los pelos y colores se preocupan por el bienestar de los niños. Sucede desde antes de lo que puedo recordar. Es bueno. E insuficiente.
Ya lo he recordado en alguna otra ocasión, pero cada vez que tenemos una hambruna encima me viene a la memoria, como si fuera ahora, el enorme impacto mediático de los  conciertos que se organizaron en los 80 a beneficio de África. Millones invertidos en seguridad, Estadios llenos en el Reino Unido y Norteamérica, ríos de dólares. Los mejores y mayores artistas del momento, con Bob Geldoff a la cabeza . We are the World we are the Children…. emocionante, inmenso… Vacío.
Las cuentas corrientes de los famosos solidarios siguen llenas. Las bocas de los niños muertos por entonces, esperan a las de los de ahora, y dicen lo mismo. VERGÜENZA.
Necesitamos un cambio. El mundo que tenemos es una olla demasiado podrida para dejársela así a nuestros hijos. Señores, ya nos vale. El Sahel


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La pecera

La peceraLas bedelas del edificio en el que trabajo se aburren en su garita, que es como una gran pecera de controlar el mundo. De vez en cuando, levantan los ojos de la revista o del crucigrama y miran con profesional desconfianza al incauto de turno, que ha decidido escoger -precisamente- la puerta que a ellas les toca vigilar. A nuestro bloque se accede, en su entrada principal , por una gran puerta enrejada, con dos hojas. Cada día, el juego consiste en adivinar cuál de las dos hojas será la que está abierta, para no darse de narices contra el enrejado mientras la bedela de servicio contempla impasible los movimientos de rata de laberinto de una servidora.-A veces juraría que experimentan con nosotras-

La tarea es complicada, si tenemos en cuenta que las porteras son dos o tres, si no me equivoco –esa uniformidad suya me hace difícil distinguirlas- y que cada una de ellas parece optar por un lado de la puerta según tenga el día. Estas sirenas de secano, chicas Almodóvar fetén, expertas en jugar a lo impredecible y en el dominio de las cuatrocientas veintiuna maneras de decir ¡no! sin pestañear, tienen, en su tanque de langostas, un póster de un héroe-de-telenovela-todo-apolíneo–ojos-azúuuules, de esos con nombre puertaventana. En su juventud, colgaban en su habitación fotos de Los Pecos y ya se sabe: “quien tuvo…”. De vez en cuando, alguna se olvida del crucigrama o de la revista y, como quien no quiere la cosa, le lanza al galán miradas llenas de arrobo, mientras las chicas de la limpieza terminan de barrer el hall….


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Pueden tenerlo todo

Os copio aquí unas notas que tomé hace mil años, cuando vivía con mi amigo Ángel y su hermana Estrella en Salamanca. No sé porqué, me han venido a la memoria y parecen cobrar sentido, otra vez.

Ángel pinta las mujeres llenas de agujeros. «Pueden tenerlo todo ¿no crees?» y sigue dibujando como si respirara.

Hay quejidos que quieren ser acariciados y hay otros que sólo dan pena, penita pena. Los más tienen debajo un cierto tufillo a estiércol, a legañas de asco, a misericordias.

El quejido de Marchena»soy un gitano light»-dice él- «y un cuerno»- digo yo- lleva debajo una herida que como las mujeres de Ángel, puede tenerlo todo.