Caballos en huída se desbocan
hacia el fondo del valle de Iubira
no hay tregua
abatanan sus cascos la piel
los tendones y los huesos
Una humedad pastosa
llena los párpados
de vacas amarillas
El agujero incierto
se precipita al mar
Caballos en huída se desbocan
hacia el fondo del valle de Iubira
no hay tregua
abatanan sus cascos la piel
los tendones y los huesos
Una humedad pastosa
llena los párpados
de vacas amarillas
El agujero incierto
se precipita al mar
Ser humano. Me repugnan los encurtidos y los deportes de riesgo. Escribo desde que puedo recordar. Vivo.
febrero 4, 2007 en 5:13 pm
Lo siento chicos. Y no lo digo por mera cortesía.Esto es excesivo, impúdico y brutal. Como una vomitona tras una inmensa kurda. Merde -es lo que hay- también.
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febrero 5, 2007 en 4:56 pm
Tus compabloggers no somos una panda de remilgados.
Ahí está , y está bien ahí.
Y ojalá te haya producido el efecto depurador del vómito tras la borrachera.
Además, es hermoso en su dureza inquietante.
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febrero 18, 2007 en 12:20 pm
Qué poema tan diferente al anterior y cómo consigues hacer aflorar emociones tan diversas.
Leyendo este poema, al ritmo galopante de los versos sin puntuación, he sentido el vértigo de la carrera descontrolada y la falta de aire al precipitarme en el vacío del agujero incierto.
Es un poema de «sentidos a flor de piel».
Y al terminar de leerlo, siento lo que muchas vecs me ha ocurrido en tus poemas: descanso, paz.
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febrero 19, 2007 en 8:23 am
AT, hay algo que me emociona de todos tus comments: siempre sabes encontrar un punto de dulzura, más allá de lo fácil. Interesante retícula de emociones, At, condensadas desde elementos que parecían sin peso, antes de verlos tú. Muchísimas gracias.I
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