Recuerdo la largura y anchura del verano,
Los ojitos brillantes
de las lagartijas en las tapias
Lo fresco de los patios
la necesaria pereza de la siesta
—la tarde suspendida—
Las ganas de aventura a pie descalzo
Recuerdo nuestras caras, manchadas de ciruelas,
los churretes de barro,
las esquilas,
Recuerdo que hasta el riego era una fiesta
Y que el dolor era cuestión de mercromina
Recuerdo cómo todo era posible
Cuando éramos niños.