Ella olía a avellana -Ella olía a avellana, a praliné,a barquillo, a caramelo. Él, hambriento de sus ojos, la esperó cada día y se dedicó a fusilar, durante un año, a Neruda, a Benedetti y a Salinas. Primero a voz en cuello, luego en grandes pancartas, luego en notitas en forma de avión, que chocaban en el cristal del kiosko. Ella, sabedora del plagio, se hizo la tonta como tantas veces…