¡Alonso Fernández!, gritó el alguacil ¿No sabe vuesa merced que en este pueblo odiamos el plagio? ¡Cervantes! ¡Y osa fusilar a Cervantes! ¡Con lo que nos gusta el Quijote!
– Descuide usía, repuso Avellaneda. En adelante me dedicaré a cultivar avellanas y a las proclamas festivas. Se me está ocurriendo una; escuche, escuche: ¡Amanece en el corazón!…